La muerte acecha | Relato

«Dios toma esa decisión», me dice mi madre mientras hablamos acerca de la muerte. 
Mi sobrino está jugando y gritando, y mientras mi madre lo atiende yo le digo que me cuente acerca de la muerte. Ella se ríe de mí diciéndome: «Yo no estoy muerta para decirte cómo se siente», y ambos reímos. Aunque para este momento ya ha pasado todo lo malo, pero nos acordamos de cuando sucedió aquel evento que nos traumó, porque nadie estaba preparado, menos mi madre. 
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Digamos que la muerte es la frontera a algo desconocido. Hay personas que creen que es el final; hay otras personas que opinan que después de la muerte vuelves a nacer, lo cual es algo similar a la reencarnación; y están las personas que creen en el cielo y en el infierno. Dejando ese tema de lado, la muerte parece ser algo que todos tememos (puede ser un hecho), pero pocos comprendemos. Aunque muchas personas opinan que vamos a vencer a la muerte en algún momento—yo, sinceramente, tengo mis dudas acerca de esto. 
¿Es la muerte el final de todo?
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Todos estamos preparados para recibir a un nuevo miembro en la familia. Compramos peluches, ropas, y otras cosillas más. Todo va bien.
«Estoy muy feliz», nos dice mi madre mientras acaricia su panza y sonríe. Mi padrastro se nota muy feliz, sonríe mucho, y agradece por la oportunidad de agrandar a la familia. 
Todos estamos felices. Pero todo lo que comienza bien, a veces puede ir mal. 
«No me siento bien», nos dice mi madre. Ella va con su marido (mi padrastro) al hospital. En el hospital le dicen que ella está bien, y que nada malo pasa. Los días siguen, y un doctor—conocido por la familia—llama a mami para saber cómo sigue. Este doctor siempre estuvo dispuesto a ayudarnos en todo (más a mami). Hacen una cita, y el doctor la chequea. Ella le dice que se sigue sintiendo extraña, pero el doctor no le hace caso y le manda a casa. Mami se queja por el dolor que siente, pero se relaja porque piensa que pronto se sentirá mejor (o al menos eso le dijo el doctor).
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Desvío uno [es principio de mayo del año dos mil veinte]
«Kendy, ven, vamos a sacarte», le digo a mi perrito. Él muy contento me ladra y comienza a caminar rápidamente. 
«Tendrán cuidado», me dice mami, mientras está reposando, antes de yo salir del departamento. 
«Sí, sí, y sí. Lo tendré», le digo y me marcho. 
Los minutos pasan, y mientras voy caminando recuerdo muchas cosas del pasado, incluyendo la muerte de un tío (murió hace una semana, y yo estoy muy triste). Estoy sentado en el parque, y Kendy se queda a mi lado: Siento que él siente que yo estoy mal. Intento animarme y jugar con él, pero él me pone su patita en mi pierna. Entonces entendí que tenía que aceptar que la muerte es un poco injusta, porque se lleva a todos sin importar nada. 

Desvío dos [es septiembre del año dos mil ocho] 
Estoy en mi país, la República Dominicana, y mi abuela me lleva a un velorio. No sabía quién estaba en el ataúd, pero por alguna extraña razón le vi afuera del ataúd, y me asusté mucho. Le digo a mi abuela que el señor está vivo, y ella sólo me dice que no es cierto. 
«Los niños sólo se inventan cosas», dice una amiga de mi abuela, una anciana escalofriante que tiene una sonrisa fea y un vestido parecido a los que usan las brujas. Pasa el tiempo, y comienzo a sentirme mal, siento ganas de vomitar y comienzo a llorar. Lloraba sin motivo, pero era porque sentía que alguien me apretaba el hombro con mucha fuerza. Y mi única solución era salir corriendo, y nunca volver a un velorio. 

Desvío tres [es abril del año dos mil veinte]
Mientras dormía, sentí que alguien me miraba. Kendy, que es un experto en detectar cosas raras, comienza a ladrar; se acerca a mí y apunta su nariz hacia la puerta del baño. Le echo un vistazo a la puerta, y veo a un niño mirándome fijamente. 
«Mami, otra vez apareció el niño», le digo, con la esperanza de que ella estuviera despierta, pero no hay respuesta alguna. 
«Quédate conmigo, iremos a ver qué es», le digo a Kendy y se pone entre mis piernas mientras vamos caminando. 
El niño desaparece, y yo me quedo pensando en lo qué ha sucedido. Y sí, no es la primera vez que sucede, desde el momento que mami quedó embarazada, ese niño en la puerta del baño hizo su aparición. Todos de cierta forma pensábamos que era una buena señal, porque nunca nos dio miedo. 

Desvío cuatro [es abril del año dos mil ocho]
Mi hermana mayor está sentada delante de mí, mi madre está a mi lado, y yo estoy tirado en el piso. Estamos viendo una película, algo curiosa, porque trata de vampiros, hombres lobos, y brujas. Mami está embarazada, y siempre se ha quejado de que escucha a una bruja en el techo. Yo intento ignorar todo mientras me enfoco en la película. Los minutos van pasando, y de repente escucho un golpe seco en el techo. Todos nos quedamos asustados. Entonces mami comienza a rezar, pero de nada sirve, porque esa cosa se tira al piso. Y comienza a tirarnos piedras en la ventana de la cocina, e intentaba entrar por la puerta que está a un costado de la ventana. Mami, con su conocimiento, busca una escoba de paja y la pone contra la puerta (esta escoba tiene sal en el medio de la paja). Y todo se calma. 

Desvío cinco [los últimos días de mayo del dos mil veinte]
Estaba en el bachillerato cuando me avisaron que algo le sucedió a mami. Salí corriendo, con esperanza de que no hubiese sido nada malo. Llego a casa, y siento una tensión extraña. Todos están callados. 
«¿Dónde está mami?», pregunto, con algo de ansías. 
«No está aquí», y se le quiebra la voz a mi hermana menor. 
Mi hermana menor no es muy sentimental, al menos no como mami, mi hermana mayor, y tampoco como yo. Y me sorprendió verla mal. 
No entendía que sucedía. Así que intenté buscar respuestas, haciendo llamadas a mami y mi padrastro. No tuve respuesta. 
Al día siguiente, veo entrar a mami, acompañada de mi padrastro. Ambos sostenían una caja, muy linda, pero en vez de ser un regalo era todo lo contrario. Ambos tenían un porte débil, cara triste, y voz baja. 

Fue la primera vez que vi a mami muy mal. No pude entender cómo había sucedido. 

Entonces, teniendo una conversación con mi madre (luego de un año), pude saber la razón. Luego, para escribir esta crónica, tuve que hablar del mismo tema con mami (sabiendo que quizá le traería algún que otro recuerdo amargo).
«El doctor me chequeó, y vio que algo no estaba bien», me dice un poco triste. 
«¿Cómo lo sabes?».
«Vi que su cara cambió, además lo noté extraño».
«¿Qué fue lo que sucedió después de eso».
«Me vine a casa, y pasaron los días», hace una pausa.
«¿Te sentías mal aún?».
«Sentía que todo estaba bien, hasta que tuvo que llegar ese día».
«¿Qué pasó ese día?».
«Vi sangre correr por la bañera y me asusté; no supe qué hacer». 
«Entonces, ahí fue que lo perdiste…»
«Sí, ahí fue. Todo por ese doctor, y por no hacer nada».
Intenté no llorar con ella, pero simpaticé mucho con su dolor otra vez. 
***
La muerte no parece ser el final de todo, o al menos las experiencias que he vivido me han hecho creer que no es así. Quizá existe algo más, algo que no podemos entender, y que nunca vamos a entender. 
A veces la injusticia viene por parte de personas que pensamos que son buenas, o que hacen bien sus trabajos. Es injusto, como en el caso de mi madre, que alguien muera por las negligencia de un doctor. Pero hay que pensar que son cosas que pasan, y no hay control. Es como en el caso de lo paranormal, que sucede sin control, y aunque no creamos en ello, aún sabemos que cabe la posibilidad de que sea real. 
Ya sabemos que la muerte siempre acecha para hacer de las suyas, y quizá no es el final.

Esta crónica/relato que acabas de leer, fue para una clase de Español que tuve en la universidad. Me pareció demasiado buena para no ponerla aquí. La fecha de entrega era para 19 de diciembre del 2023. 

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